La gastronomía cordobesa

La gastronomía cordobesa constituye por sí misma uno de los grandes atractivos turísticos de la ciudad. El recetario cordobés está impregnado de la esencia de las distintas civilizaciones que han pasado por estas tierras y han sabido sacar el mejor partido a los productos de la sierra y de la campiña. Córdoba goza de gran prestigio gastronómico gracias a la amplia oferta y calidad que ofrecen las tabernas y restaurantes en base a la dieta mediterránea, reconocida por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad desde 2013.

El aceite de oliva es seña de identidad de la cocina cordobesa e ingrediente fundamental en la mayoría de sus platos. Introducido por los romanos, el uso del aceite mezclado con pan, agua y vinagre fue la versión primitiva del salmorejo anterior a la conquista de América. El añadido de tomate en el siglo XVIII, cuando se popularizó el tomate en España, convirtió al salmorejo en el abanderado del recetario cordobés. Se trata de una crema fría a base de tomate, aceite de oliva, ajo y pan. El maridaje de sabores dulce y salado es una herencia andalusí que sobrevive en la popular ensalada de naranja y bacalao. Esta influencia se aprecia, además, en el empleo de hortalizas como alcachofas y berenjenas, empleadas de mil y una formas en la cocina cordobesa, como las famosas berenjenas con miel o las alcachofas a la montillana. En el capítulo de carnes destaca el rabo de toro, otro de los platos más característicos de la cocina cordobesa, cuyo origen se relaciona con la rica historia taurina de la ciudad. Sin olvidar el imprescindible flamenquín, un filete de cerdo enrollado y relleno de jamón serrano, rebozado y frito. Es también típico de Córdoba el cordero a la miel, receta mozárabe rescatada hace años por algunos restaurantes de la ciudad, así como los platos de caza, con protagonistas como el venado, el jabalí, la perdiz o el conejo de campo. En los postres perviven en el recetario popular exquisiteces del pasado andalusí como los alfajores, con miel y almendras; Los dulces elaborados con masa frita en aceite de oliva, como los pestiños; O el pastel cordobés, de herencia judía, a base de hojaldre y cabello de ángel, que suele acompañarse con una copa de vino dulce Pedro Ximénez.

Todos estos platos se nutren de los magníficos productos de la provincia de Córdoba, amparados por siete denominaciones de origen. Cuatro denominaciones de origen protegen la excelente calidad del aceite de oliva elaborado en Córdoba, segundo productor mundial sólo por detrás de Jaén: La DOP Baena, la DOP Priego de Córdoba, la DOP Lucena y la DOP Montoro-Adamuz. Los famosos jamones ibéricos producidos en el norte de la provincia de Córdoba se obtienen a partir de cerdos criados en el campo con bellota y están protegidos por la DOP Los Pedroches. Y, para beber, los vinos de la DOP Montilla-Moriles ofrecen una amplia gama de vinos que se puede degustar en las tabernas de la ciudad: Vino joven, vino blanco con o sin envejecimiento, vinos generosos (fino, amontillado, oloroso y palo cortado), vinos de licor dulce (Pedro Ximénez y moscatel) y vinos generosos de licor (vino generoso licor, vino pale cream y vino cream). Los vinagres elaborados a partir estos vinos también se encuentran protegidos, en este caso por la DOP Vinagre de Montilla-Moriles.

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